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martes, 25 de octubre de 2011

Cómo escribir terror

a) Tome una familia pequeña, funcional y feliz. Mamá, papá y un hijo bastarán. Las familias numerosas son más complejas de asesinar.
b) Coloque a la familia feliz en algún lugar poco accesible para el resto de los seres humanos, de modo que sea difícil conseguir ayuda. La bellísima campiña del estado de Maine o un hotel en medio de la montaña que queda aislado en el invierno pueden funcionar muy bien.
c) Elija cualquier objeto, animado o inanimado, dentro de la escena en la que colocó la familia y conviértalo en el catalizador de una presencia demoníaca o sobrenatural. Un auto endemoniado, una gato con los ojos rojos, un antiguo cementerio indio, un hotel lleno de fantasmas, la habitación donde se cometió un asesinato, un fenómeno meteorológico -como la niebla-, un matafuegos embrujado o un termotanque que es, en realidad, un portal al infierno, han dado excelentes resultados.
d) Si usted es un autor con cojones, hará que, en algún momento, la presencia maligna aniquile al niñito molesto o que, como mínimo, lo posea, convirtiéndolo en el nuevo portador del mal. Los chicuelos rubios y de ojitos azules son particularmente espeluznantes, una vez poseídos. Si usted es en cambio un maricotas, preferirá matar a mamá o papá, lo cuál es mucho menos impactante, aunque a efectos narrativos da más o menos lo mismo.
e) Una vez aislada la familia en el hotel en la montaña, asesinado y enterrado en un cementerio indio el niño y debidamente endemoniado ese Ford Fairline del '65, inicie una gran persecusión donde los miembros sobrevivientes de la familia huirán de la presencia maligna hasta derrotarla o, en su defecto, ser rescatados por un guardaparques, el sheriff local o la U.S. Navy. Firme al pie: Stephen King.